¿Por qué escribo?
A veces no es fácil expresarse uno mismo, a veces las palabras están en tu mente pero no se atreven a salir por tus labios.
A veces cuando planeas mucho que decir, terminas diciendo menos de una oración.
Eso pasa siempre. Es por eso que, a veces, es más fácil expresarse en letras que en palabras. Porque las palabras se desvanecen, o no se escuchan. Se mal entienden, o no se analizan. Y quedan solo en el recuerdo de quien alguna vez las escuchó, si es que le interesó o prestó atención.
A veces una frase escrita te trasmite mucho más que una versión oral. Si te concentras, llegas a sentir lo que verdaderamente te quiere decir. Si te abres, puede tocarte en lo más profundo. Y puedes llegar a conocerla a fondo, detrás de esa máscara de letras, y leer su verdad entre líneas. Y, tal vez, leer la tuya en su contexto.
Al igual que un amigo.
A veces no es fácil expresarse uno mismo, a veces las palabras están en tu mente pero no se atreven a salir por tus labios.
A veces cuando planeas mucho que decir, terminas diciendo menos de una oración.
Eso pasa siempre. Es por eso que, a veces, es más fácil expresarse en letras que en palabras. Porque las palabras se desvanecen, o no se escuchan. Se mal entienden, o no se analizan. Y quedan solo en el recuerdo de quien alguna vez las escuchó, si es que le interesó o prestó atención.
A veces una frase escrita te trasmite mucho más que una versión oral. Si te concentras, llegas a sentir lo que verdaderamente te quiere decir. Si te abres, puede tocarte en lo más profundo. Y puedes llegar a conocerla a fondo, detrás de esa máscara de letras, y leer su verdad entre líneas. Y, tal vez, leer la tuya en su contexto.
Al igual que un amigo.